sábado, 6 de abril de 2013

Los cincos de abril

Una simple Googleada nos recuerda que aún no hemos sido capaces de poner en perspectiva las implicancias de lo que pasó hace veintiún años y un día. Según un artículo de La Primera, el "nefasto" "golpe del cinco de abril fue el periodo más trágico de la historia del Perú", obviando "reciente" tras "historia" en la cita a su entrevistado. En una entrevista a El Comercio, Luz Salgado dijo que el golpe "fue una interrupción democrática", que el cierre del Congreso y la intervención al Poder Judicial “fueron acciones totalmente justificadas” y que “los resultados son los que cuentan”. Además de añadir algunas citas de las Marthas a la bitácora y otro parafraseo de la maquiavélica y famosa frase, creo que bastan estos dos botones para mostrar un amplio espectro de puntos de vista.

Me animo a exponer mi punto de vista e intentar algunas precisiones.

No solo el autogolpe del cinco de abril de 1992, sino la "ley de interpretación auténtica", la falta de respeto a las entidades creadas o modificadas por la Constitución de 1993 y el modus operandi de la dupla Fujimori-Montesinos debilitaron la institucionalidad. Con instituciones precarias, la sociedad no se pone de acuerdo en qué hacer -las preferencias sociales no son estables dado que los mecanismos de agregación de las mismas tienden a presentar fallas según el Teorema de Imposibilidad de Arrow- y, cuando lo hace, no consigue concretarlo -debido a los problemas de acción colectiva- o le cuesta mucho hacerlo -cuando podría lograr acción colectiva con grupos privilegiados, incentivos selectivos o emprendedores políticos-.

No es correcto afirmar, sin embargo, que el deterioro institucional empezó con Fujimori. Se agravó con él. Pero los partidos políticos y otras "instituciones" venían retrocediendo desde tiempo atrás. Irresponsablemente, los partidos condicionaron las reformas y los cambios que se requerían con muchísima urgencia. Ya Belmont había mostrado que la antipolítica llegó para quedarse, hasta ahora al menos, antes que Fujimori. Sea el desborde popular o el otro sendero, los políticos "tradicionales" fueron sepultados por este huayco. Y muchos, asesinados por ese Sendero. No han sido capaces de cambiar las reglas electorales ni políticas desde que Fujimori salió del poder hace once años y medio. Ni siquiera han enunciado los cambios, en realidad. Parecen estar de lo más cómodos con el status quo.

Parte de la izquierda denosta de Fujimori, pese a que lo apoyó en 1990-92. También apoyó a Toledo, al cual después criticó y hasta opuso. Es un insulto a la inteligencia eso de que no sabían cómo eran. Se sabía perfectamente cómo eran. En el caso de Fujimori, es una necedad decir que los traicionó con las reformas económicas que han devuelto a nuestro país parte del bienestar perdido con el "capitalismo de Estado", el populismo ramplón y el terrorismo. La experiencia, al menos, debería haberlos llevado a reconocer su error. Si no la torcieran para acomodarla a lo que creen, claro está. La teoría ya lo hace desde 1889 cuando Von Böhm-Bawerk publicó el tercer y último tomo de "Capital e Intereses", enmendándole la plana a Das Kapital de Marx, hace nada menos que un siglo y cuarto. Un poco lentos para ponerse al día los muchachos.

El PAP -el Partido Alanista del Perú en realidad- competirá con Keiko Fujimori el 2016. Sabemos perfectamente que el PAP apoyó a Fujimori decisivamente en 1990. El comité de Mantilla fue perseguido inicialmente por Vladimiro, que veía una amenaza en Agustín, al cual luego financió. El resto de la persecución fue una fantochada. La coexistencia es bastante obvia hace tiempo. ¿Qué pasará en el escenario base actual, para lo que cuenta, en que Keiko y Alan disputarán la presidencia del 2016?

Alberto adoptó el Fujishock que criticó porque entendió, en su ignorancia y en ausencia de a quiénes consultar, que ése era el camino para recibir inversión del gobierno japonés. Salvo el ajuste económico, las reformas estructurales estaban entrampadas. A partir del cinco de abril se adoptaron reformas importantísimas para el país a un paso vertiginoso. El avance de las reformas se interrumpió, sin embargo, con el éxito inicial. Y eso que el Fujimorismo tuvo mayoría en el Congreso otros seis años. Apareció el Fujimori real, populista además de autócrata. Su hermano Santiago y Tsuboyama hundieron la privatización de Sedapal. Hace más de trece años todos los habitantes de las Limas tendríamos agua limpia, desagüe y trataríamos las aguas servidas. Es un verdadero crimen, con niños muertos y desnutridos crónicos, que aún no sea así. La reforma del Estado que lideró Tito Pandolfi también fue archivada en 1994. Desde entonces nos arrastramos con las reformas. La debilidad institucional, la complacencia y nuestra mejor posición relativa, en un mundo que va de crisis en crisis, explican el goteo reformista. Una completa irresponsabilidad.

No podemos ignorar que las reformas adoptadas tras el cinco de abril cuando los reformistas engañaban a Fujimori y los tentáculos de Vladimiro estaban concentrados en el narcotráfico y en acrecentar su poder político son fundamentales. Tampoco que el deterioro institucional no empezó ni terminó con Fujimori.  Ni negar que el fin justificó los medios para muchos que ahora hablan de ética en la política, recurriendo a argumentos pueriles para justificar lo injustificable. Del mismo modo, hay que ser bien obnubiladas y obnubilados para desconocer los graves pasivos asociados al Fujimorismo. Tampoco deja de llamar la atención que la fragmentación dentro del Fujimorismo en la última campaña presidencial ya haya sido olvidada. Nuestro país le debe mucho a Jaime Yoshiyama, Pacho Bedoya, Pepe Chlimper y el Ñato Jalilie, uno de los grupos. ¿Qué tienen que ver las Marthas con ellos? ¿En qué planeta Kung Fu Panda puede criticar así y en público a Jaime Yoshiyama? ¿Y los montesinistas de Arequipa, por ejemplo? ¿Y las diferencias entre Keiko y Kenji-Puñete? Por el bien de nuestro país, ojalá haya una transición en la que predomine la decencia en el Fujimorismo.

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